1974

Argentina: el «gamberro» del Camberra

Para aquellas personas que han tenido la ocasión de conversar con pilotos civiles o militares -y yo lo he hecho en numerosas oportunidades-, los ovnis son una vieja y abrumadora realidad. Conozco algunos casos, incluso, en los que estas naves han llegado a posarse en las propias pistas de los aeropuertos.

     Algo parecido tuvo lugar en la localidad argentina de Bariloche, al sur del país.

     El hecho, ocurrido el 23 de julio de 1974, fue inmediato motivo de contradicciones y encendidas polémicas. Algo natural ya en este «mundillo» de los ovnis...   

     Marcelo Eduardo Pichel llevó a cabo una interesante investigación al respecto.

«¿Qué demonios hace esa máquina sobre la pista?»

Aquel 23 de julio era un día invernal en Bariloche, una de las localidades turísticas más famosas de Argentina, ubicada a 1 630 kilómetros al sur de Buenos Aires.

En el aeropuerto, situado en las afueras de la ciudad, gran número de viajeros, pilotos y personal técnico aguardaban con cierta impaciencia la llegada del Boeing 727 de Aerolíneas Argentinas, el Bac One Eleven de la compañía Austral y un tercer avión, un transporte de la Fuerza Aérea.

     Hacia las 13.15 horas apareció el 727. Su comandante, Emilio Loza, se comunicó con la torre y preguntó indignado:

     -¿Qué demonios hace esa máquina sobre la pista?

Jorge Fust, el controlador, le respondió que no tenía noticia de ningún otro «tráfico». El piloto insistió, añadiendo que «ante sus narices» se hallaba una gran máquina, ocupando el tramo inicial de la pista.

Así era. Recorriendo el perímetro del campo desde el oeste, como buscando un lugar donde aterrizar, y a una velocidad aproximada de 200 kilómetros por hora, se movía un objeto alargado. Tenía forma ovoide, con dos pequeñas alas en mitad del fuselaje.

Era de color acero o aluminio opaco y llevaba una extraña cabina en la parte superior. Según los testigos, su desplazamiento era silencioso, aunque algunas personas afirmaron haber escuchado un sonido «silbante».

A raíz de la inusitada aparición, se ordenó al Boeing que se mantuviera alerta y al Bac One que permaneciera en su nivel de vuelo, hasta tanto no se conociera la naturaleza y el «plan de vuelo» del misterioso «avión».

Los controladores del aeropuerto, así como los propios pilotos, hicieron repetidas llamadas -en diferentes frecuencias-, pero los tripulantes de la «gran máquina» no daban señales de vida.

Pistola de señales

Cornelio Gauna, jefe del aeropuerto y con más de 10 años en el cargo, declaró posteriormente que «al no establecer contacto radial con la torre y evolucionar sobre el circuito de tránsito, la aeronave había cometido ya una grave infracción. Todo avión que sobrevuela la zona de control de un aeropuerto debe necesariamente establecer contacto radial o visual, a los efectos de solicitar la autorización correspondiente, evitando así posibles colisiones. Otras aeronaves quedarían así informadas de su presencia y ubicación y viceversa».

Por ello, al observar que el objeto se disponía a tomar tierra mediante un tren de aterrizaje compuesto por tres ruedas, dada la falta total de respuesta, fue usada una pistola de señales luminosas. El disparo produjo un haz de luz verde, como una linterna con un cristal de más de 20 centímetros de diámetro. Aquello indicó a la «máquina» que tenía «pista libre».

Pero el objeto, tras emitir un potente destello blanco, se posó en uno de los costados de la pista. Y allí permaneció durante cinco minutos. Acto seguido prosiguió su marcha, efectuando un brusco giro y cobrando altura, alejándose hacia el norte.

«Como si fuera un pájaro»

No había pasado el susto general cuando apareció de nuevo. Esta vez lo hizo por el sector del lago Nahuel Huapi. E inició un nuevo recorrido sobre las instalaciones del aeropuerto. Al llegar al final de la pista efectuó lo que en términos aeronáuticos se denomina «un rulo»; es decir, un giro de 360 grados. Algo así como si una veleta girase sobre su eje...

       Y salió a gran velocidad, rumbo al sudeste.

       Los testigos de estas asombrosas maniobras quedaron atónitos «ante lo armonioso de su vuelo»...

       Sigfrido Cortondo, operador de radio, resaltó que aquella «máquina» había hecho posibles, al fin, los sueños de Leonardo da Vinci: «volar como los pájaros».

Al parecer, el objeto, a pesar de su considerable tamaño -más de 12 metros de largo por cinco de ancho- y de la falta de alas o planos de sustentación, había «planeado» con la gracia y la ligereza de una avioneta.

      Y aquí surge la gran pregunta:

      ¿Se trataba de un artefacto humano o de un ovni?

      Nadie, por el momento, ha podido contestar con precisión.

      Por fortuna, uno de los turistas que se hallaba en aquellos momentos en el aeropuerto pudo obtener esta fotografía. Cuando las autoridades aeronáuticas tu­vieron conocimiento del hecho trataron de confiscarla. Esto, sin embargo, no ha podido ser ratificado oficialmente.

¿Un avión Camberra norteamericano?

El 17 de septiembre de ese mismo año, la Fuerza Aérea de Argentina sorprendió a los testigos, informadores y ciudadanos en general con un comunicado que decía:

«... De la investigación realizada como consecuencia del sobrevuelo de una aeronave no identificada sobre el aeropuerto de Bariloche, resulta que dicha aeronave era un avión RB-S7 Camberra del escuadrón USAF (Fuerzas Aéreas de los Estados Unidos) que opera en tareas científicas desde la base El Plumerillo, en la provincia de Mendoza. El vuelo del referido avión constituyó una infracción a las normas de tránsito aéreo vigentes de nuestro país, por cuyo motivo se han adoptado las medidas correspondientes.»

Lo de siempre...

La noticia, naturalmente, llenó de sorpresa primero y de indignación después a los controladores, operadores y pilotos que habían contemplado el extraño objeto. En definitiva, además de considerarles unos «ineptos», la Fuerza Aérea Argentina los desautorizó por completo.

    El jefe del aeropuerto, en especial, no terminaba de comprender la postura oficial.

    A la hora de hacer una minuciosa comparación del objeto y del citado avión

         Camberra, saltaron las siguientes diferencias:

    1. Camberra

    El puesto o cabina es doble: un piloto tras otro. La cabina es amplia y, sobre todo, el receptáculo del observador.

    Ovni

    Según los testigos y la fotografía, el objeto tenía una especie de cabina cónica.

Ésta fue la declaración del jefe del aeropuerto, aparecida el 27 de julio en la prensa local.

     2. Camberra

     Sus alas miden 48 metros de envergadura.

     Ovni

     «Apenas si tenía alas...» (Sigfrido Cortondo.) «Virtual falta de planos de sustentación...» (Jorge Furst.) Cabe destacar la confusión respecto de si eran «en delta» o «trapezoidales», que se originó precisamente a causa de su escasa en­vergadura.

     3. Camberra

     Lleva los reactores montados en el espesor de sus alas.

    Ovni

    Su perfil semejaba al de un delfín. No poseía reactor.

    4. Camberra

    Mide 19,50 metros de largo.

   Ovni

   Su extensión fue calculada en unos 12 metros.

   5. Camberra

   Se trata de un aparato derivado del bombardero a reacción británico Camberra, construido en los Estados Unidos.

      Ovni

     «No era un Camberra..., ni tampoco, como algunos pretendieron, un V-2», declaró uno de los observadores directos del artefacto, que no quiso revelar su identidad por trabajar en unas dependencias estatales vinculadas a la actividad aeronáutica. Esta declaración fue publicada el 25 de julio por el matutino La Nación de Buenos Aires.  Ignoro en estos momentos si la prensa argentina «desmenuzó» el comunicado oficial de la Fuerza Aérea. Desde mi punto de vista, la declaración de los militares obedece a la vieja táctica yanqui de «no puede ser: por consiguiente, no es».

Y resulta harto sospechoso que la Fuerza Aérea Argentina buscase como «explicación razonable» a la misteriosa máquina de Bariloche, precisamente, un avión norteamericano.. .

     ¿Por qué no un aparato de fabricación nacional?

     Sé con seguridad que la mayor parte de los países del bloque occidental –que orbitan en tomo a EE.UU.- siguen «al pie de la letra» las consignas ovni que proporcionan los militares estadounidenses. Y me consta de buena fuente que se da, incluso, un intenso «intercambio» de información.

Resulta lógico, pues, que las autoridades argentinas -que habían sostenido una postura de gran apertura durante los años sesenta- «cerrasen» ahora los conductos a todo tipo de especulación ovni. Y mucho más teniendo en cuenta que los norteamericanos «estaban presentes».

     Lo malo es que eligieron un modelo de avión muy poco apropiado como «sustituto»...

Tampoco debemos olvidar el socorrido argumento oficial «del avión que infringe las normas aeronáuticas» (caso del Camberra). Para quienes conocen a los pilotos -sean civiles o militares- esta excusa resulta tan absurda como ruin.

Conozco a decenas de estos esforzados profesionales y jamás les he oído contar una sola historia semejante. Una cosa es «hacer pasadas» más o menos frívolas sobre un trigal o sobre el pueblo de la novia y otra, bien diferente, jugar con la seguridad de cientos de pasajeros, saltando como una rana y aterrizando a orilla de la pista de un aeropuerto...

Y he dicho bien: «a orilla», no en la pista. -¿Es que a ese piloto loco o borracho se le ocurriría aterrizar en la hierba, en lugar de en el cemento?

¿ Y qué pensar de los controladores de la torre, operadores, personal de tierra, jefe del aeropuerto, curiosos, viajeros y pilotos que se hallaban en ese instante en el lugar? Debieron sufrir una «miopía» colectiva, instantánea y fulminante para no ver las iniciales USA y los números de la matrícula del Camberra...

Una «miopía» prolongada, a juzgar por esa segunda pasada del «gamberro». Perdón, quise decir, del Camberra... (En el libro Los visitantes se muestra una foto de dicho avión en la página 115.)

Total, lo de siempre: «Los poderes vigentes son enemigos de los ovnis y, para tenerlos a favor, a uno le conviene imitarlos.»

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